Los Juegos Del Tiempo.
Dicen que había
una vez dos amigos que estaban contemplando un cuadro. La pintura, obra de
quién sabe quién, venía de China. Era un campo de flores en tiempo de cosecha.
Uno de los dos amigos, quién sabe por qué, tenía la vista clavada en una mujer,
una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas.
Ella llevaba el pelo suelto, llovido sobre los hombros. Por fin ella le
devolvió la mirada, dejó caer su canasta, extendió los brazos y, quién sabe
cómo, se lo llevó. El se dejó ir hacia quién sabe dónde, y con esa mujer pasó
las noches y los días, quién sabe cuántos, hasta que un ventarrón lo arrancó de
allí y lo devolvió a la sala donde su amigo seguía plantado ante el cuadro. Tan
brevísima había sido aquella eternidad que el amigo ni se había dado cuenta de
su ausencia. Y tampoco se había dado cuenta de que esa mujer, una de las muchas
mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas, llevaba, ahora, el
pelo atado en la nuca.
Eduardo Galeano.
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