
Para cuando estamos ya bien adentrados en la experiencia de la edad adulta, somos tan competentes en no ser auténticos que identificamos el estado de pretensión y apariencia como de comportamiento normal....
Nuestra auténtica naturaleza puede resultarnos tan poco familiar que, si las personas a nuestro alrededor se comportaran de forma espontánea, alegre y creativa, podríamos llegar a sentirnos incómodos, molestos, irritables o, incluso, violentos en su compañía.
Sin embargo, nos sentimos secreta-mente atraídos por las personas que exhiben su autenticidad. Las llamamos "espíritus libres", o extravagantes, artísticos o excéntricos. Las etiquetamos como si fueran imperfectas, como si tuvieran algún defecto y necesitaran una reparación. Pero son nuestros héroes secretos, y siempre lamentamos su ausencia cuando no están.

De “El Proceso de la Presencia”. Michael Brown. Ediciones Obelisco.
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